Ocho y quince de la mañana.
Día lunes y hace un cuarto de hora que no llega el profesor jefe.
Durante la noche, un sueño vino a mi:
Soñaba que corría por un camino de tierra. El polvo se levantaba a mis pasos. Pequeños pasos.
¿Por qué mis pies eran pequeños y lucían unas desgastadas zapatillas “North Star”?
Ahora creo entender.
No era un sueño, era un recuerdo de mi infancia. De cuando tenia cinco años. El verano anterior a mi entrada a kinder.
Me veía corriendo por un camino en bajada. Con el vértigo que te da cuando sientes que tu peso se inclina hacia delante. En mi mano llevo una vara con la cual castigaba al pasto de la orilla.Me detengo y veo a mi derecha, interminables melgas de sembrado siendo cosechadas.Veo a mi padre agachado con una visera verde para apaliar el calor del medio día y a mi madre un poco mas allá con una falda escocesa en tonos naranjas con franjas cruzadas de azul. Me hacen una seña y me gritan para que me devuelva a la casa de los patrones. Yo les contesto que hacia allá me dirijo.
Sigo corriendo hasta llegar a mi objetivo: la casa patronal.
Solo esta la nana de la casa y el hijo de los jefes.
La empleada me da un vaso de jugo al ver que vengo sedienta y con el pecho sube que baja.
Siento que alguien viene corriendo por el pasillo y se detiene en la puerta de la cocina.....
Hasta ahí llegaba mi sueño. Justo cuando el primer chico que me dio un beso en mi vida aparecía por la puerta. Tratando de recordar mas allá de lo ocurrido aquella vez, me sorprendo con el ruido de las sillas y mesas.
El profesor ha llegado.
La puerta de la sala seguía abierta y unas compañeras sentadas en los puestos de adelante miran con morboso interés hacia fuera.
¿Un compañero nuevo? – pensé irónicamente.
Mala espina.
-...Por eso quiero que le den la bienvenida a este compañero que viene de Osorno...
Más mala espina.
De Osorno era la familia de Enrique.
-... Del colegio Alemán...
Creo que me duele la guata. Aaaaarrrrggg.
-Puedes pasar
El profesor hace un gesto con la mano como llamando a un perrito vagabundo. Los chicos lo miran con cara de desdén y de indiferencia. “Miren al pije de mierda” les escucho decir. Y las chicas lo miran como si él estuviera haciendo toppless.
¿Y yo?
Sorprendida es decir poco...
De todos los colegios en el mundo, tenia que entrar justamente al mío....
-puedes presentarte – le invita el profe.
-bueno, mi nombre es Enrique Laubscher, tengo 16 años y vengo del Colegio Alemán de Osorno.
-bienvenido al Liceo Señora del Pilar – le dijo el profesor mientras le palmeaba el hombro de manera amigable – pasa y siéntate en el puesto que queda libre al final de esta fila.
A cada paso que da se me encoge mas el estomago. Como si tuviera hambre. Hambre de recuerdos...
Misato y Kassandra hablan entre ellas. Yo las escucho como si estuvieran a metros de distancia.
Un cliché romántico: el tiempo se detuvo cuando sus ojos azules me miraron.
Un hola medio ahogado y lleno de esperanza fue lo único que pude decir. Él se da cuenta de quien le habla. Su frente se arruga incrédula al mirarme.
-¿Matilda? – su voz suena ronca y profunda.
-si – atino a decir.
-¿Cómo estas?
-Bien.
-Que bueno – sigue su camino hacia su puesto al final de la fila.
Fin del cliché.
Se rompió el hechizo.
Misato y Kassandra no logran mantener a raya sus lenguas y comienzan con su interrogatorio:
¿De donde lo conoces?
¿Cuál es su nombre completo?
¿Pincharon?
¿Besa rico?
-lo único que les puedo decir – ambas callan esperando la exclusiva – para que no me sigan hinchando, es que no lo veo desde que teníamos 5 años y eso es todo.
-¿desde los 5 años? – la frustración en la voz de Kassandra es mas que notoria.
-si, el era el hijo del patrón de la hacienda en que mis papas trabajaban en los veranos – solo veo cara de asombro en ambas.
-tiene un aire a ... – Misato divaga, tratando de buscar el adjetivo correspondiente.
-tiene aire a rico – termina Kassandra, en un intento frustrado de parecerse a Misato. Esta niega fierventemente con la cabeza.
Se seguro ella vio en sus ojos lo mismo que yo cuando lo conocí.
-es tristeza – sentencio.
-si, se ve que ha sufrido y mucho, pobre niño rico – corrobora Misato.
-tal vez una mina le partió el corazón – Kassandra mira sin pudor hacia atrás, hacia el puesto de Enrique.
-él ya tenia esa mirada cuando lo conocí – ambas me miran con renovado interés – aunque solo éramos unos niños, mi madre se dio cuenta en cuanto lo vio por primera vez, solo eso les puedo decir.
Kassandra insiste en que les cuente mas. Misato defiende mi silencio y mi “derecho a vivir en paz”, hasta que finalmente la gringa desiste.
-ustedes dos y sus ataques de ética – termina por decir para volver al trabajo de limarse las uñas y Misato al de hacerse un autorretrato manga.Yo solo fingía que tomaba atención al profesor, pero miraba al vació absoluto del pizarron. Como si los recuerdos de aquel verano desfilaran por el, como la proyección de una película.
Un reestreno solo y exclusivamente para mis ojos...
-¿Para que bajamos a la leñera?.
-Es que aquí nadie nos escucha.
-¿Para que?
Silencio.
Olor a leña.
El sol se filtraba por en medio de las tablas y rendijas de la puerta.
Medio día con sol abrasador. Enrique no habla y mira por la rendija mas ancha en la puerta, como asegurándose que nadie nos ha visto.
-¿Te das besos con alguien?
-con mi papá, con mi mamá, mi hermano...
-... con un novio
-no tengo, soy muy chica para tener pololo dice mi mamá, ¿tu tienes?
-no
Silencio.
Sus manos se retuercen nerviosas dentro de sus bolsillos y las mías juegan con la cinta de mi vestido.Una frase dicha por mi madre, al descuido, viene a mi cabeza: “Esos gringos Laubscher son todos unos hijos de puta calientos, ni a donde pa que el Gustavo no sea así mismo, capaz que le pegue las mañas a su hijo el Enrique”.
-¿quieres ser mi polola?
-no se.
Silencio nuevamente e inmediatamente interrumpido por unos pasos que se acercan a nuestro escondite, rodeando la casa.
Pasos furtivos.
Nos escondemos detrás del lineal de leña. Observamos por entre los palos a dos figuras que no logramos distinguir. Sus siluetas recortan la luz y podemos ver el polvo levantado con sus pisadas. Son un hombre y una mujer.
Miro hacia Enrique y veo que mira hacia la pared detrás de nosotros. Fijamente. Como si lo que fuéramos a escuchar o ver no tuviera la menor importancia. Como si ya lo hubiera visto antes...
-te he dicho que no quiero que me interrumpas cuando estoy trabajando – era la voz de la mujer.
Me parecía conocida.
-moría de ganas de verte, por eso mande a buscarte a los establos.
-tu sabes que estoy en plena faena de vacunación de los animales, además ... – silencio.
-¿además que? – pregunto el hombre. Era el papá de Enrique, Gustavo Laubscher.
-además, dentro de dos días mas llega la Aline.
-tu sabes que yo te quiero a ti no mas.
-pero la Aline es tu esposa, la madre de tu hijo y mi hermana ...
Mas silencio.
El aire se enrarece.
Contengo la respiración.
Enrique a mi lado mira a la oscuridad, con la indiferencia de aquel que ya ha visto el mundo caerse a sus pies. La mirada de un ángel herido. Lo miro alternadamente sin saber que hacer. Los adultos se abrasan y besan furiosamente mientras Enrique rasguña la tierra del piso.
El grito de la empleada los detiene, solo para después besarse, despedirse y salir del sótano-leñera.
Por fin respiro.
Enrique se para bruscamente y mira hacia la luz cegadora proveniente de la puerta. A lo lejos, los trabajadores parecen hormigas acarreando su alimento.Solo una cosa me queda por hacer...
-mis papas van a trabajar hasta que se termine la cosecha, si quieres puedo ser tu novia hasta que se termine todo.